Estilema

junio 29, 2008

El olvido que seremos

Filed under: Escritura,Libros,Películas — signos @ 5:40 pm

 

   Escribe hoy Rosa Montero un artículo en El País Semanal titulado «Recordar es mentir». Dice que todos los humanos manipulamos nuestros recuerdos porque, a fin de cuentas, hacemos el relato de lo que creemos que ha sido nuestra vida.

  La mentira, claro, no goza de gran predicamento. No nos gusta que nos mientan, pero muchas veces nos mentimos a nosotros mismos porque necesitamos seguir adelante. Decimos «Bah, haré como que no le he oído» o «Pensaré que él o ella no ha actuado así», y, de esa manera, transformamos la mentira en otra cosa. ¿Es esto malo?

  Decía Vargas Llosa que las novelas mienten porque no pueden hacer otra cosa. Y nosotros nos creemos las mentiras que allí se cuentan porque las necesitamos para seguir el juego de lo que estamos leyendo. En la vida, nos creemos las mentiras que nos contamos porque, a veces, la realidad no nos gusta y la acomodamos un poco a la vida que nos gustaría haber llevado. Toda una novela, desde luego.

  ¿Y qué es el recuerdo? ¿Algo que se tiene o algo que se ha perdido?, se preguntaba un personaje en una película de  Woody Allen. También es cierto, como dice Rosa Montero, que el paso del tiempo distorsiona los recuerdos y que cada uno acaba acomodándolos a su memoria según le ha ido en la vida. Pero a mí lo que más me flipa son los recuerdos mismos. ¿Por qué recordamos unas cosas y otras no? ¿Por qué hay, incluso, recuerdos felices de las épocas malas? Una vez leí una cita en un libro de Alfons Cervera que me ha perseguido siempre. Decía algo así como: ¿De qué forma funciona la memoria? ¿A qué se agarra? ¿Qué nos da a cambio?

  Preguntas de difícil respuesta. ¿No?

 

junio 26, 2008

Películas

Filed under: Gente,Películas — signos @ 9:34 am

 

  Fer habla en su blog de Choose me, aquella película de Alan Rudolph que vimos todos cuando teníamos veintipocos años y que nos sedujo tanto. Al contrario que él, yo sí que me acuerdo de con quién fui a verla.  Fui a verla con Asun. Y lo que me gustaría ahora mismo es que al poner su nombre, Asun, se estableciera un hipervínculo que me llevara directamente a ella para saber qué hace, cómo vive, con quién y hasta a qué dedica el tiempo libre.

  En esta época de móviles e Internet no paramos de llamarnos, de escribirnos y de hipervincularnos con gente a la que vemos casi todos los días: son los amigos, los novios, los compañeros de trabajo. No digo yo que eso esté mal, pero estaría mejor si con un solo clic pudieras, si quieres,  saber de la gente que un día formó parte de tu vida.

  Hace unos años vi a Asun. Yo venía de un curso de la UIMP y ella estaba trabajando en una excavación. Me giré para ver aquellas ruinas y la vi; y ella, que estaba a lo suyo, también abandonó por un momento la reconstrucción de una vasija y se entretuvo en verme pasar. La excavación estaba bastante alejada y la separaba de la calle una valla metálica, de manera que nos vimos a través de ella y ni siquiera pudimos darnos dos besos.

  Ahora que lo pienso, parecía una escena de alguna de esas películas que vimos juntos en uno de esos cines a los que íbamos los domingos por la noche. 

 

junio 20, 2008

El mismo amor, la misma lluvia

Filed under: Películas — signos @ 9:49 pm

  El otro día, en uno de esos canales de cable, vi otra vez El mismo amor, la misma lluvia. Ignoro si es una buena película.  Seguramente no pasará a la historia del cine  y lo más probable es que jamás se hubiera estrenado en España si no hubiera sido por el éxito de El hijo de la novia, que tenía los mismos protagonistas y el mismo director.

  Pero a mí me gusta. Es una cuestión puramente subjetiva. El protagonista se llama Jorge (¡Oh!), escribe cuentos y relatos que casi nadie quiere publicar (¡Ah!), no se aclara muchas veces con sus sentimientos (¡Ay!), sus amigos ocupan un espacio vital (¡Uy!), se relaciona con el mundo a través de sus palabras (¡Uf!) y cree que el amor va unido a los días de lluvia. ¿Quién es el mamonazo que escribió ese guión? 

  La película está protagonizada por Ricardo Darín, un tipo que clava todos los papeles que interpreta. Se enamora y se desenamora de una tal Laura (¿no tenían otro nombre que ponerle?) y  ocurre en Argentina, durante los años ochenta y noventa con el trasfondo de la dictadura militar y la guerra de las Malvinas. Es una película agridulce, ingeniosa, melancólica, cursi, divertida y amarga.

  Cuando la vi por primera vez me costó mucho volver a la realidad. Pero, muchas veces,  cuando estoy en la realidad,  quiero volver a la película.

junio 19, 2008

Nuevas tecnologías

Filed under: Escritura,Gente,Libros — signos @ 8:46 am

 

  Se está celebrando estos días en la UNED de Valencia un curso sobre edición y nuevas tecnologías. El primer día, Javier Celaya nos dejó a todos boquiabiertos con su labia y su sabiduría. Naturalmente, habló de los ebooks, de lo libros electrónicos, y dijo que en un plazo corto de tiempo competirían con los libros clásicos de papel. No dijo (como otros agoreros) que uno sustituría al otro, sino que convivirían pacíficamente. Eso está bien. Luego, en la cena, me dejó uno de esos cacharros, lo estuve manejando y ya estoy ansioso por comprarme uno. Es cómodo, pesa poco, caben muchos libros dentro de él, se lee bien y es muy moderno. Yo, en el fondo, quiero ser muy moderno.

  También vino Antoni Navarro, que en plan destroyer dijo que lo viejo ya no servía y había que sustituirlo por lo nuevo. El libro en papel era una cosa antigua y desfasada y había que sustituirlo por los blogs, las redes sociales… El hipervínculo era Dios.  De repente, ya no quiero ser tan moderno.

  Y así estoy. También nos dijo Javier que él pensaba que en un plazo de ocho o diez años desaparecerían los periódicos en papel. Para más inri, ayer voy al quiosco de Lolita, a la que todos los días compro el periódico, y veo un cartel de «Se traspasa». «¿Y eso?», le digo. «Pues nada, que me jubilo». A mí me gusta el periódico de papel, leerlo los domingos por la mañana sin prisa, en la salita de mi casa donde da el solete en invierno y se está muy bien.

  Una vez le pregunté a los alumnos sobre el tema y me dijeron que los periódicos eran una cosa de viejos. Ellos iban a la biblioteca y veían a los abueletes sentados pasando las hojas de Levante.

  Una imagen que, dentro de unos años, será una foto antigua.

junio 8, 2008

Los adioses

Filed under: Escritura,Gente,Películas — signos @ 9:54 am

 

 Se ha muerto Josep Vicent Marqués. Hubo un tiempo en el que vivió en mi calle y yo lo veía  mucho, los domingos por la mañana sobre todo, paseando con su hijo o leyendo el periódico en la bodegueta del Pilar. Siempre estuve tentado de pedirle aquel artículo, Instrucciones para un adiós, que escribió en El País Semanal, y que yo copié descaradamente cuando escribí una despedida para mis alumnos de la Fonteta de San Luis.

  Ahora ya no podré pedírselo.

   También se ha muerto Sidney Pollack, ese tipo lúcido con cara de descreído. Lo recuerdo, sobre todo, como actor en las películas de Woody Allen, pero también fue director y productor. Carlos Boyero dice que lo suyo eran los amores intensos y difíciles, destinados a la provisionalidad o al fracaso. Es verdad. Todavía se me ponen los pelos de punta al escuchar a Barbara Streisand cantar The way we were. Pondría aquí la canción, si no fuera porque el servidor donde alojaba la música petó y me ha dejado sin una puta canción en el blog. Ni una sola.

  Es lo que pasa con el mundo virtual. Que no es real. De repente todo ha desaparecido. A lo mejor, un buen día, a WordPress le da por desaparecer y nos quita todas las palabras, todos los recuerdos, todos estos días.

 Lo hará sin avisar, por supuesto, porque, como pasa en la vida real, todo es provisional y todo está más cerca del fracaso que del éxito. Habrá que ir acostumbrándose.

junio 7, 2008

Blogs

Filed under: Escritura,Gente — signos @ 1:55 pm

  El sábado estuvimos en casa de Fer, celebrando su cumpleaños. En un momento ya avanzado de la noche surgió el tema este de los blogs (bueno, en realidad es un tema recurrente en nosotros). Estábamos en  su terraza, que da a la avenida de Pérez Galdós. Me vino a la mente aquella noche en la que empezó a llover torrencialmente y los coches sorteaban los contenedores que la lluvia había arrastrado hasta el medio de la avenida y un coche de policía  intentaba apartarlos dándoles con el morro, como si se tratara de autos de choque. Alfredo y yo contemplábamos el espectáculo y la lluvia era tan intensa que no se veían ni los edificios de enfrente.

  Bueno, allí estábamos la otra noche hablando y  Quique pensaba que Fer utilizaba un tono demasiado personal en su blog. Vicente creía que el problema era que había un desfase entre el momento de la escritura y el de la lectura. Se escribe oliendo un perfume, oyendo unas palabras, sintiendo una piel, y se lee sin aromas, en silencio, sin roces. A mí me ha pasado alguna vez: leer un post con el café en la mano, a punto de marcharte, o muriéndote de sueño, o con la cabeza en otro lado.

  A mí me gustan los post de Fer. Los encuentro muy poéticos, muy literarios. Sé que son muy personales, pero es en lo que menos me fijo. Si sólo me fijara en eso, tampoco me gustarían los blogs de Luis (qué bueno su último escrito), ni de Rafael Reig o de Juan Cruz. Por cierto, a Juan Cruz hace mucho que no lo leo, tal vez desde octubre, Ojalá octubre, ese mes de treinta y un días.

  Hoy, siete de junio, he visto que Juan Cruz ha escrito otro libro: Muchas veces me pediste que te contara esos años. Un bonito título, sobre todo para aquella persona que te ha pedido muchas veces que le cuentes todo lo que te pasó en esos años en los que no estuvo.  

junio 3, 2008

Un libro

Filed under: Libros — signos @ 1:18 pm

  El otro día estaba en la FNAC pasando el rato cuando me encontré con un libro. En el fondo, los libros no son demasiado diferentes de las personas. Te paras en él como te pararías en ella: te llama la atención la portada (el rostro), el título (el nombre), una frase escrita (una frase dicha).

  Nada más que por la portada ya me lo hubiera llevado. El título, Campo de amapolas blancas, me cautivó de inmediato. Me lo llevé después de leer la primera frase: «Siempre me ha llamado la atención que las novelas escritas en primera persona desarrollen una lujosa y pormenorizada descripción de los gestos remotos».

  Ahora es domingo por la mañana. No tengo muchas cosas que hacer. Abro el balcón, dejo entrar los pocos ruidos que vienen de la calle, las nubes y los claros, el viento suave, el último toque del campanario. Me estiro en la cama, me desperezo y cojo el libro. Miro de nuevo la fotografía.

  De repente, empiezo a leer y me sorprende la prosa, la propia escritura. Miro la fotografía del autor, Gonzalo Hidalgo Bayal, al que no conozco de nada. Sigo leyendo y la ilusión novelesca me gana casi enseguida. No puedo parar, aunque algunas veces releo algún párrafo, sólo por el propio placer de volverlo a disfrutar. 

  Llego a la última página y en ese momento todos mis sentidos se quedan en suspenso. No puedo ir muy deprisa, paso de un renglón al otro con el mismo cuidado con el que un equilibrista avanzaría por una cuerda floja.  Voy lento, con la vista fija sólo en la siguiente línea: «aún no he encontrado campos de amapolas blancas».

  Y ahí termina. No sé cuánto tiempo ha pasado. Una hora, tal vez dos. De afuera siguen llegando algunos ruidos de la calle, las nubes y los claros, el vientecillo suave del mediodía.

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