Gracias a un estupendo curso que organizó este verano la UNED de Valencia me enteré de lo que son las redes sociales, MySpace, Facebook, Linkedin y todo eso. El curso era sobre editores y bibliotecarios, que parece gente polvorienta y pasada de moda, pero, ¡qué va!, estaba muy puesta en nuevas tecnologías. Ahora leo en la contraportada de El País un reportaje sobre Sofía de Oliveira, la usuaria española con más contactos en MySpace. Esta Sofía virtual tiene unos 120.000 «amigos» (el equivalente a la población de Cádiz), es popular, descaradamente sexy, posa en biquini y tacones agarrada a la barandilla de un yate y chatea con miles de fans que le dicen constantemente lo guapa que es. Sin duda esa chica hará vibrar a diario a miles de internautas que alucinarán con ella, la tendrán como una reina y soñarán con conquistarla.
Lo malo es que Sofía, la de verdad, vive en el barrio madrileño de Lavapiés, en un piso con una sola habitación, compartido con su madre, un perro y un gato. Una cortina es lo único que tiene para aislarse del resto de la casa y crear su propio ambiente. «Internet hace posible lo imposible», dice.
Me pregunto hasta qué punto es lícito que esta chica se haga pasar por lo que no es para provocar sueños de mentira en miles de personas. Me pregunto hasta qué punto es lícito que un diario como El País saque en su contraportada a una vendedora de humo que hace ostentación de su impostura. Ante la pregunta de qué se siente al ser la chica con 100.000 amigos en Internet, Sofía contesta «¡Me encanta! No sé. Mola ser tan popular».
Es verdad. Mola ser tan popular. A costa de lo que sea. Las nuevas tecnologías te lo permiten. Y, encima, El País (que ya sacó hace unos meses a Farruquito en la portada del dominical) te dedica la contraportada del sábado. Y a todo color, oiga.