Estilema

diciembre 29, 2008

Nena Daconte

Filed under: Escritura,Música — signos @ 9:52 am

Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte  se dio cuentamai-meneses de que el dedo con el anillo de bodas seguía sangrando.  Este es el inicio de El rastro de tu sangre en la nieve, el cuento de García Márquez del que Mai Meneses  y Kim Fanlo tomaron el nombre de la protagonista para bautizar al dúo.

  Mai Meneses participó en  OT y fue expulsada a las primeras de cambio. Era una chica insegura , «que no se quería nada», pero con algunas ideas en la cabeza y con ganas de ofrecer algo distinto. Ese concurso, sin duda, no estaba pensado para ella. Ese concurso está pensado para que un jurado, sin mucha idea de lo que se trae entre manos, elija a un ganador que, generalmente, no suele triunfar en la música. ¿Es ésa la gente que decide quién debe dedicarse al mundo del espectáculo?

  Nena Daconte suena ahora con Tenía tanto que contarte, una canción que con un ritmo endiabladamente alegre te va contando la tristeza de una chica  que  no tiene más remedio que deshacerse de todo el amor que había acumulado porque no tiene a quién ofrecérselo. ¿Es una canción alegre o triste?

http://www.youtube.com/watch?v=8IzfnhVLuuE
 
  Tenía tanto que contarte está entre aquella canción horterilla de Paloma San Basilio, Juntos, y la pachanga final del Viaje con nosotros,  de La Orquesta Mondragón. Nena Daconte, formado por un catalán y una madrileña, está entre el realismo mágico de García Márquez y la magia un tanto irreal de cualquier sesión vespertina de circo. Todo lo que resulta interesante en la vida siempre se sitúa entre dos cosas. Como aquella canción insuperable de Paco de Lucía, que tituló precisamente Entre dos aguas.

http://www.youtube.com/watch?v=2oyhlad64-s

diciembre 14, 2008

West End

Filed under: Efímeros,Escritura,Libros,Música,Películas — signos @ 11:26 am

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Oscar Wilde y Bram Stocker se conocieron en 1865 en el patio del Trinity College de Dublín. Seguramente Wilde ya se estaba convirtiendo en Dorian Grey, ese tipo arrogante e ingenioso que se resistía a envejecer, y Stocker empezaba a parecerse a Drácula, el conde refinado que necesitaba clavar sus colmillos en cuellos jóvenes para seguir viviendo.  Wilde y Stocker fueron amigos, pero eso fue sólo al principio, ya que una mujer acabó enemistándolos.

  Los personajes que ellos crearon todavía deambulan por la ciudad. Basta acudir a ciertos garitos nocturnos para ver a multitud de Dorians Greys acodados en la barra desde tiempos inmemoriales compartiendo risas y sudor con jóvenes erasmus. Y es prácticamente imposible no sucumbir a esas pieles tan suaves que te  susurran palabras dulces  al oído mientras te van clavando unos colmillos que acabarán dejándote exangüe.

  Wilde y Stocker, como sus personajes,  eligieron una vida bohemia en Londres. Se adentrarían en la ciudad de la niebla ya alcoholizados y enfermos mientras Jack destripaba a su última víctima tal vez por el West End.

  Walking in the Wild West End, cantaba hace mucho tiempo Dire Straits, una canción que a Guillermo le gustaba mucho y que Raquel, que siempre estaba estudiando inglés,  nos traducía sin que le hiciéramos demasiado caso. Aquella canción significó para nosotros la libertad una tarde dorada de otoño en la que, huyendo de las clases tediosas, nos perdimos a toda velocidad por una carretera flanqueada de árboles verdes  por la que se iba, según supimos después, directamente al paraíso.

http://www.youtube.com/watch?v=bfVkzBAGUVw

diciembre 7, 2008

La opinión

Filed under: Escritura,Gente — signos @ 5:40 pm

  Esta mañana he visto  a Daniel Baixauli. Muchos de la tertulia LACRA tal vez lo recuerden. También es posible que se acuerde de él Juanjo, hombre de gran saber y mucha paciencia, que tuvo que lidiar con él y con su proyecto periodístico por aquellos años en los que dirigió el  instituto Camp de Túria, en Llíria.

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  Baixauli era un alumno regordete y un poco paliza al que un buen día se le ocurrió la idea de movilizar a un montón de alumnos para hacer una revista en el instituto. Era la primera vez en muchos años que surgía una iniciativa de este tipo. Así que lo dejaron hacer.

  En el primer número de La opinión había, entre otras cosas,  una entrevista a Barrachina y una caricatura de Espinosa, con un tridente en una mano y un cuchillo en la otra, junto con un texto que daba algunas claves para conocerlo. Era un periódico bastante irreverente: llevaba el subtítulo de «Agarraos, que vamos»;  lo dedicaban «a mis dos tetas, ellas saben muy bien por qué»;  el editorial lo firmaba «El capullo esse» y alguno de sus colaboradores escribió un artículo incendiario  que  puso  la iniciativa en el punto de mira de muchos profesores y lastró su continuidad.

   Ahora Baixauli, que arrastraba un carro de la compra en Mercadona, está más delgado, tiene menos pelo y estudia en la Academia Militar de Zaragoza. Sigue manteniendo ese aire socarrón de su adolescencia y asegura que, pese a la disciplina militar, ha creado un periódico y continúa revolucionando al personal con sus ideas estrambóticas. Seguro que si alguien le escribe un artículo que no es de su agrado, lo pone a dar vueltas por el patio y, al final, le hace ver siete veces seguidas ¡A mí la legión!

  ¡SEÑOR! ¡SÍ, SEÑOR!, le grité al despedirnos, justo al lado de la sección de conservas y tomate frito.

diciembre 5, 2008

Loquillo

Filed under: Gente,Música — signos @ 3:40 pm

  Una vez lo vi en Valencia. Fue a finales de los ochenta (o tal vez ya eran los noventa), en un pub de la calle Jacinto Benavente (o en otro sitio, no sé). Era muy alto, su cabeza sobresalía entre toda la gente y estaba apoyado en una columna. Parecía que no miraba a nadie y, tal vez, llevaba un vaso en la mano. No me acuerdo qué hora era, ni si yo iba con alquien, ni en qué estado entré en aquel bar. Eran otros años aquellos, más despreocupados, más inconscientes. Sólo sé que me giré y me di cuenta de que era Loquillo.

  El otro día le oí decir que él huye de ese discurso barato de algunos artistas que dicen ‘yo soy como el pueblo’. Él es un individualista, afirma. No lo pensé entonces, cuando lo vi, pero en aquel bar se mostraba precisamente como un individualista, como alguien a quien le traía sin cuidado lo que pasara a su alrededor. Ahora, sólo observa el sol. No es mala filosofía, no.

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