Ayer estuve lloviendo toda la mañana. Lloví mientras leía el periódico, tal vez porque ninguna noticia me llamó demasiado la atención. Escribía Javier Marías sobre fútbol (después de tanto tiempo sin hacerlo) y venía a decir que este deporte (y su Real Madrid) ya no son lo que eran. Normal. Pasa como con la lluvia, que tampoco es lo que era: ya no llueve tanto como antes y, encima, lo hace a destiempo y de manera más irregular.
Seguí lloviendo mientras leía un libro de Manuel Cruz y Manuel Delgado, Pensar por pensar. El primer capítulo habla sobre el amor. ¡Ah, el amor!, qué sentimiento tan extraño. Delgado se pasa todo el rato pensando cómo abordar el tema, si en plan académico o desde la experiencia personal. Me subrayé muchas frases del libro, pero me quedo con una de Delgado: «¿A ti eso del amor no te parece, como reza una canción de Mecano, Quédate en Madrid, una ‘mariconez’? A mí la verdad es que sí me lo parece. Aunque cabría añadir: ¿y qué?»
Y, aunque ya era por la tarde y había aclarado, seguí lloviendo con una película de Chabrol, Una chica cortada en dos, que fuimos a ver y no nos gustó. No nos creímos que esa chica tan guapa, tan joven y tan resuelta se enamorara enseguida de un escritor que no hace nada para seducirla. Hay que ver el amor, aparece en todos los sitios.
Esta mañana estoy un poco más despejado. Pero no deja de haber nubes sobre mi cabeza.