Estilema

marzo 29, 2008

Javier Marías

Filed under: Escritura,Gente,Libros — signos @ 5:51 pm

Tu rostro mañana                             Javier Marás    

  Quien me conoce sabe, ¡vive Dios!,  de mi afición por las novelas de Javier Marías y hasta por la figura del escritor, tan displicente siempre, tan altivo, tan pagado de sí mismo. Cuando empecé este blog, más de uno me dijo: «Ah, hablarás de Javier Marías y sus novelas, ¿no?»

  Ahora estoy leyendo el tercer volumen de Tu rostro mañana (Veneno y sombra y adiós). Me gustó mucho el primero; menos el segundo y este tercero…, bueno, me reservo la opinión para cuando acabe el libro.  Ya había oído campanas, pero es cierto que entre las páginas 142 («Tampoco creo que nos pase nada si dormimos los dos en la cama, siempre que a ti no te importe. A mí no, desde luego. ¿Es ancha?») y 152 («Creo que ni siquiera nos cogimos la mano») se describe el polvo más soso de la historia de la literatura. Es cierto que a mí me gustan los novelistas que fantasean con este tipo de pasajes, que prefiero que el escritor le eche imaginación y nos describa a la fémina como una fiera multiorgásmica y cantarina, y al varón como un hábil gimnasta capaz de meterla (con perdón) en todas las posiciones imaginables, y todo ello adornado con muchos adjetivos y mucha verborrea erótico-festiva.

  Pero lo de Marías no tiene nombre: los personajes no hablan,  no se tocan,  ni siquiera se miran. El personaje masculino, un tal Jacobo Deza, sólo le da vueltas a si ella lleva ropa interior o no, si se le habrá subido la camiseta y tendrá el culo al aire, y cosas así. Para mas inri,  cuando intuye que ella está tácitamente consintiendo, sale de la cama, se pone un preservativo en otra habitación y vuelve a la cama enfundado para consumar el acto en silencio.

  No sé. Ese pasaje debería constar en las antologías  como la escena erótica más fúnebre de la narrativa española. Seguro que alguien ya ha puesto en circulación la frase: «Eres más triste que un polvo en una novela de Marías».

marzo 26, 2008

Lecturas obligatorias

Filed under: Escritura,Libros — signos @ 9:04 am

  El otro día estuve viendo L’hora del lector, el estupendo programa de libros de Canal 33. Luego, me di una vuelta por el blog. Allí encontré, en primer lugar, un poema de Ángel González que me gustó mucho. Copio aquí el inicio:

Ayer
Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

  Se puede oír el poema entero aquí.

  También me interesó un libro que comentó Carles Álvarez. Un día de estos me lo pido en Amazon.

                                                 At Home with Books

  Y, por último, me llamó mucho la atención un artículo publicado en el diario «La Vanguardia». Atención: va en la sección de «Cultura». Ya me imagino el chiste (dos monigotes,  de Forges, por ejemplo, que representan a dos delincuentes, ven pasar en el juzgado a un hombre cabizbajo):

– Pobrecillo. Le ha caído una «condena cultural»
– ¿Y qué es eso?
– Seis meses leyendo y resumiendo libros. Tiene que empezar por «El Quijote».
– ¡Dios mío! Como sigamos así, la delincuencia tiene los días contados.

                    La Vanguardia

marzo 22, 2008

Chesil Beach

Filed under: Escritura,Libros — signos @ 10:35 am

Chesil Beach   Acabo de leer de un tirón, como quien dice, Chesil Beach, de Ian McEwan. Decir de ella que es una extraordinaria novela es no decir mucho, lo sé. Pero no soy un crítico literario, ni amigo del autor, ni pariente del editor. Tampoco hago recomendaciones. Lo que sirve para mí puede no servir a los demás.

  Aunque últimamente frecuento menos la literatura,  confieso que he leído bastante en esta vida (algún vicio hay que tener) y a casi todas las novelas que caen en mis manos les descubro rápidamente los trucos, los costurones con los que están hechas. Eso hace que pierda el interés por ellas. En esta, sin embargo, me han pasado inadvertidos. Ni siquiera los he descubierto cuando, prendado de ciertos pasajes (la presentación de la madre del protagonista, por ejemplo), he releído algunas páginas. También me han pasado inadvertidas las descripciones (que las hay, por supuesto), de lo bien imbricadas que están en la historia. Y es que me molestan mucho esas descripciones que interrumpen la trama, y que están ahí como diciéndonos «ahora verás qué descripción te hago de la protagonista pa’ que  todo el mundo sepa lo bien que escribo».

  Y, sobre todo, me ha gustado porque es una historia bien contada, así, sin más, sin recurrir a esos subterfugios de historias paralelas, o acumulando doscientos personajes o ambientándose en la época de los Medici. Inglaterra, los años sesenta, un hombre y una mujer y una playa medio desierta. Y manteniendo el pulso narrativo desde la primera página hasta la última. Con un par.

  Otra de las cosas que no soporto es que te cuenten en quinientas páginas lo que te podrían contar en cien. La novela larga tiene prestigio. Por eso, incluso los que han elogiado Chesil  Beach, disculpan su brevedad señalando que es «una obra maestra; en miniatura, quizá, pero obra maestra». Lo que yo más agradezco a un autor es que me cuente una historia con las palabras justas. Es lo primero que deberían enseñar a los que quieren dedicarse a este oficio. También dicen de ella que es chejoviana, pero eso a mí me importa un pimiento. Lo cierto es que hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien leyendo una novela.

marzo 19, 2008

La escritura (I)

Filed under: Escritura,Gente — signos @ 11:33 am

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  Hay que tener cuidado con lo que se escribe porque las palabras provocan efectos muy diversos e inesperados. Una vez escribí una despedida para los alumnos y acabamos todos emocionados. «Instrucciones para una despedida», se llamaba, título que tomé prestado de Josep Vicent Marqués, que escribió un artículo con ese mismo título cuando se despidió de su columna para El País Semanal. Por cierto, ¿alguien sabe de aquel artículo? Lo que daría yo por volver a leerlo.

  Otras veces, sin embargo, las palabras provocan rechazo, animadversión o indiferencia. Hace unos meses se me ocurrió comentar unas fotografías y enviárselas a los interesados a través de esta cosa tan cómoda y aséptica como es el correo electrónico. Algunos se mosquearon por una adjetivación innecesaria; otros porque no los había sacado como ellos querían y hubo quien juzgó que estaba siendo subjetivo en mis apreciaciones. Naturalmente, también hubo quien no dijo nada y alguno que otro se entusiasmó con su retrato.

  Todo un catálogo de comportamientos humanos.

  Es cierto que la escritura provoca efectos muy extraños. Dice Daniel Cassany (del que hablaré otro día): «Ignoramos la influencia que tiene la escritura en nuestra mente, el efecto que causa en una disciplina la publicación de varios documentos o las consecuencias que provoca en la imagen pública de alguien que sus compatriotas lean lo que escribió».

  ¡Glups!

marzo 15, 2008

Filosofía y churros

Filed under: Música — signos @ 9:33 am

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  Estamos en Fallas,  aquí,  en Valencia, y han instalado muy cerca de mi casa un puesto ambulante de churros y buñuelos. Los hay en cada esquina.

  Es mediodía, una hora tranquila. Los dos chavales que hacen churros están relajados. Yo estoy allí, junto a la churrería, de pura casualidad,  y me meto en su conversación. Uno de ellos, con el pelo rapado, le dice al otro que ha conocido a una chica que le gusta, pero que no se atreve a abordarla, que le da corte. El otro, con una pinta un poco más intelectual, le aconseja que dé el paso, puesto que sólo pueden ocurrir dos cosas: que se enrolle y le siga el juego o que le diga que no. «No pierdes nada», concluye.

  Ya, dice el amigo, sin mucho entusiasmo.

  Claro que también te puede salir con el rollo ese de que te quiere como amigo, que no quiere perderte porque te aprecia mucho y todo eso.

  Eso es lo que me insinuó -dice el del pelo rapado.

  ¡Uy!, malo -concluye el intelectual-. Lo tienes crudo. Si te ha ido con ese rollo es que no quiere saber nada de ti; es la típica excusa de las tías para decirte que no tienes nada que hacer con ella. Búscate otra, de verdad. Te lo digo por experiencia.

  Lo dicho: sabios haciendo churros.

marzo 12, 2008

Tu voz en el contestador

Filed under: Gente,Películas — signos @ 10:03 am

  Hay veces en que a uno no le gusta la realidad, la vida. Mira por la ventana y el paisaje no es sino una fotografía borrosa; mira a los ojos de una persona y sólo encuentra una mirada esquiva; mira lo que le dice alguien, y es justo lo contrario de lo que le gustaría oír.

  Mira y no entiende.

  El otro día iba en el coche oyendo la radio y hablaron de un corto, Lo que tú quieras oír. ¿Qué ocurre cuando alguien oye lo que no quiere? Puede olvidar, puede venirse abajo, puede seguir viviendo con su malestar. O puede hacer lo que hace la protagonista de este corto.

  Y todo para darse el gustazo de decir «no».

marzo 8, 2008

Que te den Nocilla

Filed under: Escritura,Gente,Libros — signos @ 5:46 pm

Fernández Mallo      Nocilla Dream

  Leo un artículo en el periódico sobre la ‘generación Nocilla’, esto es, una nueva generación de escritores que rompe esquemas, busca renovar las letras españolas y bla, bla, bla. Yo me quedé en la ‘generación Kronen’, aquella de Mañas, Mújica, Prada, Etxebarría, etc. Una vez Raúl del Pozo le dijo al autor de Historias del Kronen que sus personajes se pasaban el día follando y bebiendo cubatas. Ignoro qué harán los personajes de esta generación con la Nocilla, si se la comerán con pan o se la untarán por el cuerpo como crema solar.

  Forman esta nueva hornada de escritores Jorge Carrión, Vicente Luis Mora, Eloy Fernández y Juan Francisco Ferrer. O sea, ni puta idea. El cabeza visible es Agustín Fernández Mallo, un físico que trabaja en un hospital diseñando tratamientos de radioterapia para curar el cáncer. Da la impresión de que se la trae floja toda esta movida que se ha montado sobre su novela y la generación a la que da nombre.  Dice que le va la vida «del no escritor: ir al trabajo, hacer la compra, ver la tele…». Tiene razón. De escritor ya va Vicente Verdú, diciendo sus habituales tonterías, justo en una columna de la misma página.

  No he leído a Fernández Mallo, pero le reconozco el acierto de los títulos: Nocilla Dream es buenísimo, y también Carne de píxel, un poemario que acaba de publicar. La  denomina ‘poesía postpoética’. Me he acordado de que en mis años de estudiante vino a la Facultad Carlos Bousoño a dar una conferencia sobre la poesía postmoderna. Hubo un llenazo del copón porque allí todo el mundo quería ser postmoderno. Ser postmoderno era la hostia en aquellos años ochenta lleno de aspirantes a postmoderno. La conferencia fue un rollo, pero allí la peña lució vestuario, calzado, peinado, pendientes, piercings, tatuajes y todo lo que hiciera falta para demostrar que era el más postmoderno de la sala.

  Ahora se lleva ser postpoético. Los que escribimos post somos posteros. Esto, de por sí, ya es una modernidad (somos post-algo).

  Bueno, a lo que iba. Una tarde de estas me voy a la FNAC o a París-Valencia y me compro el Nocilla Dream.

marzo 4, 2008

Con Dios

Filed under: Escritura — signos @ 1:31 pm

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  Como le pasó a Rodríguez Rivero (ya saben: por su columna famoso en el mundo entero), a mí también se me apareció Dios el otro día. Ocurrió en la salita de mi casa y lo primero que hizo fue pedirme un pitillo. Últimamente fumo a escondidas, pero pensé que ocultarle a Dios que fumaba era una chorrada, dada su sabiduría infinita. Saqué el paquete de tabaco de un libro falso y nos fumamos un cigarrito. Como no sabía de qué hablar con Dios, le pregunté qué pensaba de las declaraciones de Ian McEwan, que acababa de leer en ese momento: «Después de toda una vida pensando en ello, la razón por la que no sigo siendo freudiano es porque me he convencido de que el sexo no lo es todo. Es perfectamente posible disfrutar de mucho sexo y ser absolutamente desgraciado. No lo es todo. No basta, de verdad. Cualquiera que se dé cuenta de esto, disfrutará de otras cosas».

 Dios echó el humo y sonrió, pero no dijo nada. Como me incomodaba el silencio, le dije qué pensaba de las palabras de Charo López: «Ni el teatro ni el cine ni los libros nos ayudan a ser mejores. No hay que ser ingenuos ni presuntuosos en ese sentido. Lo que importa en el fondo es sentirse bien con el trabajo que uno hace y aspirar a la belleza, a la bondad y a la verdad».

En ese momento, Dios desapareció entre el humo del cigarrillo. Me quedé muy solo y contrariado, con el último sol de la tarde entrando por la ventana. Pensé en el rostro de Dios y me costó darle forma. Cerré los ojos y lo vi: Dios era una chica morena; vestía un suéter verde,  unos vaqueros de cintura baja y unas botas cortitas. Me flipó, sobre todo, su mirada.

¡Dios, qué atractiva era! 

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